miércoles, 23 de febrero de 2011

Amistad.

Es una puerta, sin pomo ni cerradura, grande o pequeña, pero de maderas nobles.
La dejaré entreabierta, para que entres y salgas cuando gustes, para que asomes la cabeza juguetona y para oírte cuando me necesites.
Está a mi cuidado, y tendré cautela de que una ráfaga de aire no la cierre, porque recuerda que no tiene pomo.
Tendríamos que construir una nueva, buscar nuevos maderos, y dedicarle tiempo y mimo. Tú y yo, porque solo es tuya y mía.

domingo, 20 de febrero de 2011

Domingos soleados.

No sé que tienen los domingos soleados que tanto me gusta.

Puede ser el ambiente de tranquilidad que se respira al pasear por la mañana, cuando uniformados de domingo, nos vamos a por el periódico.
Hay un aire diferente, casi mágico, cuando te relajas tomando un aperitivo en una terracita al solecito. Momento en el que hablas de las penas del mundo, nuestras penas, mientras hojeas la prensa que acabas de comprar.
Y te vas a casa relajado, con la tripa satisfecha, pensando en la comida que vas a preparar, para después ver una película o acurrucarte en el sofá para dormir un ratito.

No sé que tienen los domingos soleados que siempre me han gustado tanto.


©Teresa Barrantes

viernes, 18 de febrero de 2011

Nada malo que temer.


Serpientes de agua. Gustav Klimt (detalle)




Y es que suelo perderme continuamente en tus adentros.
Y mientras sea así, no hay nada malo que temer, no hay nada tan atroz que me contenga.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Experiencia estética.

Algunos amigos me dicen que les gustaría ir conmigo a ciertas exposiciones o museos, debido, supongo, a mi formación artística.
Cada vez que me lo dicen no puedo evitar sorprenderme y reconocer abiertamente mi falta de conocimientos específicos sobre tal o cual obra.
Y es que sí algo aprendí, gracias a muy pocos profesores por desgracia, es que al asistir a un exposición o colección permanente, no hay que abordar la visita con una mirada enciclopédica. Si se tiene, ¡perfecto! pero si no es así, no sirve de nada la angustia y la sensación de “algo me estoy perdiendo”… Y me explico:

Hace unas semanas tuve una de las mejores experiencias museísticas de mi vida. Me encontraba en Madrid, y muchas horas de soledad al día. Por supuesto, no estaba dispuesta a desperdiciarlas y decidí entre muchas otras cosas ir a ver el Museo Reina Sofía.

©Teresa Barrantes

Reconozco (y aquí me vuelvo al tema principal, no sufran) que mis conocimientos de las artes contemporáneas son escasas y no preparé la visita, de forma que no sabía muy bien hasta qué punto sería provechosa.
Pues creerme que fue de las más enriquecedoras que he tenido hasta el momento.
La primera alegría fue descubrir, que sí, soy universitaria de nuevo, y sí, la entrada era gratis para mi, yuhuuuuu!!!!!!
Me bebí las exposiciones temporales (señores, una maravilla de las que hablaré más tarde o más temprano). Pasee con ojos boquiabiertos, en ocasiones con el corazón encogido, volví a encontrar a ciertos autores ya olvidados en mi mente y me hice amiga de otros tantos.
Pero lo mejor de todo ha venido después. Tengo la libreta llena de autores de los que no sé nada y de los que quiero saber mucho, me he traído a casa horas y horas de búsquedas, de lecturas. Tengo en la mente mil y una sensaciones de las mil y una obras que pude ver.
Espero tener tiempo, porque ganas muchísimas, de compartirlas con vosotros… si queréis claro.

©Teresa Barrantes

Os aseguro que a partir de la fecha no prepararé ninguna visita. A partir de esta experiencia iré desnuda de conocimientos previos, y dejaré sorprenderme, llenarme la libreta de nombres, y traerme a casa muchos deberes.
Y bueno, no me avergüenzo en reconocer que es aquello que tanto estudié pero que hasta ahora no experimenté en su plenitud: la experiencia estética.