martes, 29 de noviembre de 2011

Sanas obsesiones


Cuando era pequeña me encantaba jugar en la terraza de mi casa. Era muy grande, y me permitía poder ver el cielo todas las tardes mientras jugaba después del colegio.
Es un dato irrelevante si no tienes en cuenta que en Valencia, en el barrio donde me crié, los edificios son altos y están muy juntos los unos de los otros. Qué difícil era poder ver el cielo a primera vista. Para hacerlo era necesario forzar los músculos del cuello hacia arriba y cuando oías un crack ya estabas listo para poder mirar unos segundos. Todo dependía de la tolerancia que tuvieras al dolor (ejem).
Como decía, esa terraza me regaló unos atardeceres fascinantes. Impresionantes  rosados,  amplios cielos, unos más nublados que otros o menos intensos cromáticamente. Y todo para unos ojillos que aún habían visto muy poco mundo.
Y bueno, puedo decir que quizá, esta terraza es la culpable de una de mis pasiones, las artes, pero lo que sí puedo asegurar es que marcó todos los cielos que pinté de niña… Y cuánto me gustaba pintarlos!

Hace unas semanas, ordenando fotografías realizadas y editadas con el móvil, me dí cuenta de la gran cantidad de cielos que había en ellas. En un principio me quedé extrañada, y mí yo interior se dijo: qué temática más facilona. Pero caí en la cuenta de que mirar el cielo es mi sana obsesión. Y recordé que una de las cosas que más me gusta hacer en los viajes es perder la mirada en las nubes, en sus formas, en sus colores, en esos rayos de luz que parecen atravesarlas delicadamente… Entendí el por qué me gusta de la zona donde vivo, y es ahora  poco no me cuesta mirarlo, solo hay que alzar un poco la vista para ver una gran infinidad azul.

Son esas obsesiones pequeñas, desconocidas pero sanas. Cosas simples con las que disfrutar y ser un poquito más feliz.
Puede que penséis que es solo un gusto como cualquier otro, pero cuando algo pequeño es una necesidad para el bienestar interior, ¿es obsesión?
Es más, seguro que si escudriñamos un poco en nosotros podremos encontrar unas cuantas sanas obsesiones, ¿os apetece compartirlas?

Para muestra un botón. Atardecer en Teruel. Vía de servicio 2011.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Memoria

Pequeña traviesa que atacas de improvisto, por la espalda y con alevosía.
Astuta y cautelosa como ninguna.
Traes en los bolsillos aquello que pesa menos para no ser descubierta.
Y es que eres una pequeña caprichosa de colores sepia.
Deja que hoy, incansable juguetona, sea yo la que decida dónde quiero ir, si es que quiero ir algún sitio que no sea el ahora.

Desintegración de la persistencia de la memoria (1952-1954)
Dalí

miércoles, 16 de noviembre de 2011

The show must go on


©Teresa Barantes


Dar pequeños saltos, no sé dónde, pero darlos.

Pequeños pasos de baile que te lleven a un camino incierto, pero qué importante es hacer el camino divertido.

Levantar la mirada al cielo, dejar que las nubes te llenen los pulmones y sonreír al infinito.



Cantar a gritos por el camino y sentirte como la chica guapa a la enfocan con un primer plano en el concierto de su Superstar.

Pequeños saltos, melenas agitadas… No apagues aún la música que nos queda mucho por recorrer.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Al otro lado del cristal.

Ya comenté en una ocasión lo especial que fue mi visita el año pasado al Museo Reina Sofía, pero no he llegado a escribir sobre obras o autores concretos que me sorprendieron (la verdad aún no entiendo el por qué).
En ese momento había una exposición temporal que comprendía principalmente el arte de postguerras.
Y bueno, ¿por qué escribir ahora sobre ello, casi después de un año?
Todos estamos siendo testigos o participes de los movimientos socio-políticos-económicos de los últimos meses (o años, si miramos con más perspectiva y en profundidad) y en mi cabecita hay una imagen que me visita recurrentemente.


Su autor es William Eugene Smith (1918-1978).  Pertenece a un ensayo fotográfico realizado en 1950 y publicado en abril de 1951 por la revista Life, llamado Spanish Village. En otra ocasión hablaremos más detenidamente de este ensayo, y el por qué una imagen no vale más que mil palabras.
En Spanish Village, Smith pretende mostrar una realidad vivida por el pueblo español bajo el régimen de Franco, llevado en gran parte por la actualidad política del momento. Pero no se centra en la grandes urbes (debido en gran parte a la dificultad de realizarlo por el control del régimen franquista), si no en el pueblo de Deleitosa, provincia de Cáceres.
Con estos datos en la cabeza, y la cercana observación de la fotografía, la primera idea que cruzó por mi cabeza fue la esperada: Pobres gentes… ¿cómo ha es posible que hayamos cambiado tanto?
Acto seguido hice una fotografía (sí, dejan hacer fotos salvo al Guernica, no sé si comentaré mi parecer…) y al contemplar el resultado me ví a mi misma reflejada sobre el cristal que protege la fotografía. Se activó algo, y me dije: Soy nieta directa de aquellas gentes que me parecen tan lejanas, pero no reconozco en ellas las caras de mis abuelos…
Hice el esfuerzo de eliminar de aquellas figuras sus añejos y negruzcos ropajes, afinar esas pieles curtidas por el sol del campo extremeño,  suavizar ligeramente esas ásperas miradas, y sí, ahí estaban ellos, mis/nuestros abuelos.
En ese instante pude reconocer, no solo a mis familiares cercanos, si no aquellas historias que me contaron en su momento, aquel momento que se nos antoja tan lejano.
Pero ese es nuestro pueblo, nuestro país. Ahí lo podemos ver, en una “instantánea” tomada tan solo en lo que se supone una cagadita de mosquito en la historia universal.
Y bueno, el mirarme desde el otro lado, reflejada en el cristal protector, y poder ver en un instante todo lo conseguido y todo lo perdido… Esta idea…
Y es que hoy nos ahogamos en esta vida urbana, con nuestras deudas, nuestro paro, nuestros abusos, nuestro consumismo desmedido… Y pienso en ellos, en ese otro lado, ¿qué nos dirían en ese justo momento? Y creo que sus respuestas no nos valdrían, porque parte del hoy es fruto de su presente, pero aún así, sé lo que nos dirían, y sé que tendrían razón.

martes, 8 de noviembre de 2011

No quiero recorrer sola el camino de baldosas amarillas


De pequeña me daba pánico la Bruja del Oeste y sus monos voladores. Aunque haya pasado muchos años desde que bailaba y cantaba con el Mago de Oz, me sigue fascinando, me sigue moviendo las tripillas.
Ahora ya no canto ni bailo delante de la pantalla (ejem), ahora ese cuento tiene otra lectura (como todo buen cuento ¿verdad?).
Ahora que soy “mayor”, la Bruja ya no es objeto de mis terrores, pero sí sus motivaciones, su falta de escrúpulos. En ese serpenteante camino de baldosas amarillas el miedo ya no es lo que le puedan hacer a Dorothy, la angustia es saber si Dorothy contará con ayuda para poder superar las trampas de la malvada Bruja del Oeste y llegar finalmente a Oz. Porque la Bruja estará preparada, al acecho, y si no es ella, será otra Bruja con afán de poder (¿de qué sirvió matar a la Bruja del Este?). Todo es cuestión de tiempo.
Con los protagonistas siempre nos identificamos (para eso los crean) y yo me veo con ese vestidito azul, mi cestita de mimbre y mis chapines de rubí. Y es que para llegar a Oz necesito ayuda, y toda ayuda será buena, ¡qué más que sea de una bellísima Hada, de un espantapájaros, un hombre de hojalata, un león o un perrito!
Lo bueno de esta historia, es que todos ayudan, y todos son ayudados. Cada uno tiene una necesidad, un deseo o una meta. Y juntos, siempre juntos, consiguen sus sueños.

Ahora bien, si vemos el camino de baldosas amarillas como nuestro día a día, vemos a la Bruja del Oeste como esta puñetera crisis, conflicto personal o cualquier otro inconveniente, y vemos a un espantapájaros, un hombre de hojalata y un león  como compañeros de viaje, podremos asegurar nuestro éxito. La familia y los amigos serán nuestro motor, pero recordar lo valioso de aquellas personas que encontramos en el camino. No creo que sea inteligente cerrar las puertas a nadie.
Yo de camino a Oz me estoy encontrando a muy buenos compañeros de viaje, que arriman su hombro, me dan ánimos y me hacen reír.

De verdad, no quiero recorrer sola el camino de baldosas amarillas y tampoco quiero que lo hagáis vosotros.

lunes, 7 de noviembre de 2011

¿Qué hago en una Feria de Empleo?

Como decía antes, este espacio es muy ecléctico, y por diversos motivos hoy cambiamos la tónica general, el lenguaje habitual. Y es que el pensar en acudir a una Feria de Empleo es una opción que se baraja entre muchos de los que estamos en Pausa. Buscamos nuevas oportunidades, información y una oportunidad de tener una conexión más directa, más humana con la mole mental que significa para nosotros La Empresa objeto de nuestro interés.

Para que nuestra visita sea más efectiva y fructífera debemos tener en cuenta varios aspectos, desde nuestros objetivos hasta el enfoque que queremos dar a nuestra visita.
Pautas que considero como demandante de empleo que tendríamos que tener en cuenta:

-         Nuestro objetivo no es repartir el mayor número de CV posibles, si no hacer llegar nuestra candidatura de forma efectiva.
-          Intentar entablar una conversación con los empleados. Ojo! Muchas empresas contratan azafatas, encargadas de recoger CV y repartir bolis, caramelos, carpetitas… Aunque con la crisis habrá que ver J. A nosotros nos interesa hablar con los empleados. Son los que mayor información nos podrán dar, y quién sabe, quizá llamemos su atención y hagan una marquita a nuestro CV.
-         Si la empresa lo ofrece, siempre será mejor rellenar sus solicitudes de empleo a dar nuestro CV. Tenemos que tener en cuenta que para la empresa es más fácil volcar nuestros datos en su sistema informático. De forma que aseguraremos que nuestros datos lleguen donde queremos, a su sistema.
-         Debemos informarnos de qué empresas acuden a Feria. Sería interesante poder leer la Visión y Valores de la empresa en cuestión. En ella encontraremos qué aspectos cobran interés para empresa, veremos que lenguaje (corporativo) utilizan, y podremos adaptar en la mayor medida posible, nuestro discurso. De esta forma, si nuestro interlocutor reconoce en nosotros un lenguaje familiar, será más fácil llamar su atención.
-         Como es lógico hay que cuidar nuestra imagen. No ir de punta en blanco, pero sí acorde a lo que nuestro perfil debe ofrecer.

Todo esto depende de nosotros, qué queremos conseguir, que finalidad queremos dar a nuestra visita,  de forma que todas las opciones son igualmente válidas.

Como último, creo que debemos tener en cuenta que la empresas que acuden están allí por diversos motivos, entre ellas posicionamiento de su marca en el mercado, búsqueda de nuevas oportunidades de negocio y un largo etc.
Por la tanto, aprovechemos su presencia, y hagamos que la nuestra sea igual de válida.


Ah! Siempre con el ánimo bien alto y la sonrisa en la cara!


Incluso en la pausas hay micro pausas…

Y es que este blog ha sufrido una grande, por muchos motivos. El principal quizá ha sido el planteamiento de su utilidad, de su orientación, su enfoque… y a estas alturas aún está en el aire. Pero quiero seguir, así que dejaremos que Pausa a contra reloj siga con sus contenidos anárquicos y eclécticos, no le hacemos mal a nadie.
La pausa principal sigue activa, la cuenta atrás ya solo tiene unos minutos, pero aquí seguimos, activos, buscando, conociendo, creciendo…

Os dejo con una canción que me levanta el ánimo, que me ayuda a recordar que a veces, aunque creamos que nos hemos perdido (o quizá sí lo hayamos hecho) llega un momento en el que encontramos nuestro particular camino de baldosas amarillas.