jueves, 20 de enero de 2011

Yo no quería hablar, pero los fumadores...

Me había propuesto no hablar en reuniones, y mucho menos escribir aquí nada al respecto de la nueva Ley 42/2010, de 30 de diciembre, también conocida como “ley antitabaco”.
¿El por qué?

  1. Soy fumadora, drogadicta o yonki, elijan a su propio gusto (pero soy las tres)
  2. También soy persona atenta a las normas, y donde no se puede fumar no fumo.
  3. Odio el olor a tabaco y no aguanto el humo, los ambientes cargados y el olor de los ceniceros. Por lo tanto creo que soy empática hacia los no fumadores.
  4. No aguanto no poder aguantar cierto tiempo sin poder fumar. Odio mi adicción.

Vistos estos precedentes, no voy a quejarme porque me prohíban fumar en espacios públicos o sociales, es más, creo que algo bastante lógico, ya que el tabaco enferma a sus consumidores y tiene efectos negativos en el organismo de las personas.

Lo que no soporto, es que seamos tan tonticos (y yo la primera) de creer que esta ley es un beneficio a los ciudadanos.
 Por un lado, es una ley polémica, que nos da para habla, escribir y discutir durante meses, así no hablamos, no escribimos y no discutimos de temas que tienen más relevancia… Como decía Ernesto, una cortina de humo pero sin humo, por supuesto.
Por otro lado, soy adicta y ¿de verdad creen que me gusta hacerme daño? ¿De verdad piensan que me siento cómoda dañando a los que me rodean?
¿Qué pesa más, las cuestiones económicas o la salud pública a la hora de prohibir el tabaco??

Soy fumadora y quiero que prohíban la venta y distribución de esa droga. Eso sería pensar en la salud pública.

Bueno, espero ser algo más comprometida conmigo misma la próxima vez.

martes, 18 de enero de 2011

Son aquellas pequeñas cosas...

Hay momentos que con causa justificada o sin ella, cae nuestro estado de ánimo. Tristeza, melancolía, rabia, frustración entre otros sentimientos nos hacen olvidar las pequeñas cosas que día a día nos genera una sonrisa.

Llevo muchos días sin escribir y no porque no hayan cosas que me parecen tremendamente interesantes para compartir, pero quizá no era el momento (para mí).

He estado haciendo un pequeño ejercicio mental para subir el ánimo, porque si algo he aprendido, es que eres tú el que te tienes que animar, si no hay voluntad no hay nada que hacer.

El ejercicio en cuestión es hacer una pequeña lista de aquellas pequeñas cosas, que a diferencia de Serrat, no te hacen llorar, si no sonreír cuando nadie te ve.

Mi pequeña lista es:
-         El olor a colonia infantil.
-         Una taza caliente entre las manos (de café con canela, leche con cacao o infusión)
-         El olor de mi pelo al secarlo con el secador.
-         Mirar todas las mañanas una máscara veneciana que me regalaron.
-         Ponerme todas las mañanas mi anillo de casada.
-         Acurrucarme en el sofá mientras me tapo con una mantita.
-         Hacer girar mi globo terráqueo con los dedos, como si me diera un pequeño paseo por los países que deseo visitar…

©Teresa Barrantes


¿Cuál es la tuya?

Caracol, col, col...

A veces creo que soy un caracol, sólo salgo con el sol… después de la lluvia.

domingo, 2 de enero de 2011

¿Serás, amor
un largo adiós que no se acaba?
Vivir, desde el principio, es separarse.
En el mismo encuentro
con la luz, con los labios,
el corazón percibe la congoja
de tener que estar ciego y sólo un día.
Amor es el retraso milagroso
de su término mismo:
es prolongar el hecho mágico
de que uno y uno sean dos, en contra
de la primer condena de la vida.
Con los besos,
con la pena y el pecho se conquistan,
en afanosas lides, entre gozos
parecidos a juegos,
días, tierras, espacios fabulosos,
a la gran disyunción que está esperando,
hermana de la muerte o muerte misma.
Cada beso perfecto aparta el tiempo,
le echa hacia atrás, ensancha el mundo breve
donde puede besarse todavía.
Ni en el lugar, ni en el hallazgo
tiene el amor su cima:
es en la resistencia a separarse
en donde se le siente,
desnudo altísimo, temblando.
Y la separación no es el momento
cuando brazos, o voces,
se despiden con señas materiales.
Es de antes, de después.
Si se estrechan las manos, si se abraza,
nunca es para apartarse,
es porque el alma ciegamente siente
que la forma posible de estar juntos
es una despedida larga, clara
y que lo más seguro es el adiós.

                                  Pedro Salinas